No sabemos como llegaste aquí, ni lo que estas buscando, pero esto es con lo que te vas a encontrar

lunes, 12 de diciembre de 2011

Clase Media.

J.C.C.


Donde los ojos no se animan a-parecer-se sumerge en mierda un cartel
La lluvia decanta en mi barrio con sed
De mí
De mi familia
Mis amigos
Vecinos
De los que llego a ver

Yo no preciso saber
“Las bombas trabajan para usted”
Quiero que exploten de una vez
Toda la periferia de Santa Fe 
Como las noticias de ayer y hoy también
Erradicar los negros de una vez
Hacerlos transparentes y fieles al gen

Montañas de mí
De mis amigos
De mi familia y vecinos
Mantienen lejos del barro mis pies

En la cumbre el terreno está suelto, es áspero y frío
Tropiezo con alguna piedra de vez en cuando, no puedo evitarlo
Se cae por la ladera desigual
Rueda, toma impulso y llega abajo como una bala perdida
Sobre los techos de chapas se escurre una lágrima
Y se oxida con los clavos que mantienen quieta la precaria estructura social.

domingo, 30 de octubre de 2011

Velorio.

Por Gelatina Mexicana.

Recuerdo de nuevo este sabor a realidad cruda, su sangre disolviéndose en mi lengua, su consistencia de fibras y células frescas, su olor a vida muerta. Desaparecen todos los colores y sabores que había armado en mi mente para disfrazar ese sabor, para sentir que comía algún dulce sabroso y poder disfrutar un poco la obligada merienda diaria. Odio tener el verdadero sabor en la boca, odio que ese sabor sea el verdadero, y detesto tener que hacer tantos trucos para poder disfrazarlo, además aborrezco recordar todo lo anterior cuando se cuela de golpe a mi mente, en una breve distracción mía en que los sentidos hambrientos siguen su verdadero instinto de sentir. Y otra vez caigo por el tobogán en forma de espiral hacia el submundo, el único lugar que existe plenamente y carece de la fantasía cotidiana. Voces que se alcanzan a oír desde lejos, gritan recordándome aquello de lo que he huido y recordándome con frialdad que este submundo es absolutamente silencioso. He pensado alguna vez que me gustaría poder traerte a ratos conmigo, pero sería cruel compartirte este lugar que nada tiene de positivo y cuyas cualidades no son ni atractivas ni benéficas, este lugar en el que nunca nadie cuerdo desearía estar, al que no puedo evitar volver constantemente, mi lugar. Nadie que sea incapaz de ver podrá llegar, y nadie que sea capaz de ver, como tú,  querrá caer hasta aquí, es comprensible, la realidad no podría sorprenderme con un truco parecido a los que tengo que ingeniarme para subir la escalera del tobogán cada vez que me resbalo, sería tan improbable como la misma existencia de aquél tobogán. A veces me veo desde arriba y me compadezco de mí como lo haría por un ratón atrapado en un laberinto. Regreso a otro recuerdo reciente que todavía vibra en destellos detrás de mis ojos, es la misma desagradable sensación que provocan los momentos que no se detienen para poder pensarlos. Es tan necesario y sería tan placentero quedarse revolviendo las ideas en el aire sin avanzar hacia ningún lado, pero el tiempo corre y tienes prisa, el pensamiento práctico te ordena que me ordenes dejar de amasar y meter la masa al horno o nunca tendremos listo el pan, en el horno se cumplen los minutos y se calcinan los bichitos de la levadura. Todavía me refugio en esas escenas que un día imaginé. Cuando nada coincide con ninguna posible explicación no queda más que imaginar o volver al recuerdo de lo imaginado. Me abrazas para traerme de regreso. Creo que al final de la vida cuenta lo mismo aquello que se imaginó con la fuerza suficiente y la frecuencia necesaria, que lo vivido superficialmente. Después me da risa, esa risa que te aterra, una risa eufórica que se burla de cada palabra dicha, que sirve de consuelo al camuflaje forzado de todo lo expuesto, y sirve de llanto al entierro del submundo que muere por centésima vez para reencarnar más adelante en el tiempo. Veo tus ojos y hago una mirada que no conozco, te doy a entender algo que no imagino, respondes esperanzado- te prometo que dejaré de fumar antes de que acabe el año- hay una pequeña pausa y luego yo sonrío honestamente, con un gesto habitual que te tranquiliza. 

viernes, 21 de octubre de 2011

Dos


Por Flora la Exploradora...


Cierro los ojos, aprieto con fuerza los dientes... no, ella no se va a ir de este lugar, sólo se va a ir después de que yo me haya ido...maldita sea! Mejor dicho la re putísima madre!;si hace 45 minutos hubiera sabido que mis invocaciones aún funcionan no la hubiese nombrado, no la hubiese traído de los pelos a mi mente, y de mi mente incontinente a mi boca floja. 
La persona que está conmigo en el bar la mira sorprendida, debe estar pensando en que sucedió un chiste astral, de que el universo entero se me caga de risa, no, eso lo estoy pensando yo. 
Mientras ella sacude su melena y nos muestra el tatuaje nuevo que se hizo, estira el cuello y hace la maldita mueca de sonrisa y ceja levantada que detesto -tenemos los mismos gestos- me ignora con una naturalidad tal que si no la conociera diría que ni se le nota que lo hace a propósito... 
No se me ocurre que hacer mientras ordeno en mi anaquel mental las emociones: le quiero apretar el cuello? quiero abrazarla? escupirle la cara? pedirle explicaciones?... se ve que todo esto me atonta porque sólo miro el vaso de cerveza, se me acaban de aflojar las rodillas, hace cuánto que no sentía esta ansiedad... creo que mientras ella luce encantadora a mi se me nota que no manejo la tensión. 
Antes de que  mis jueguitos con los dedos y los papeles de la mesa se comiencen a tornar enfermizos me salva la campana, suena un “ringtone” salvador, atiendo, y el oído del otro lado no entiende nada, porque empiezo a inventar una conversación, me auto-contesto, entonces me preguntan  desde el auricular .-estás bien? 
- no, no- mientras me levanto esquivándola –(está en cuclillas al lado de mi silla) estirando la boca cómo en gesto de cortesía, sin apartar el teléfono de mi oído derecho... 

Una vez adentro del baño aclaro  a quien me llama que estoy en estado de shok, y no puedo seguir ninguna conversación coherente, corto y empiezo a observar el viejo y derruido baño; solía ser uno enorme y antiguo  antes de que lo separaran en dos cubículos mas, por suerte todavía conserva la pileta oval  original ,en la que nos sosteníamos el pelo mientras la otra vomitaba. Para mi eran tiempos difíciles, siempre fueron difíciles mis tiempos... 
Y  empieza a parecerme lógico el encuentro, no se puede hablar gratis de las personas, cada vez que las nombramos las invocamos, y eso es justamente lo que le decía a quien me acompañaba 45 minutos atrás, habíamos empezado trayendo a nuestros padres adolescentes a nuestra mesa ,después nos invocamos nosotros mismos de pequeños, invocamos a los profesores inspiradóres,a los garcas , hablamos de los amigos que ya no están ... justamente ahí se me ocurrió nombrarla; seguramente ella y yo  nos habíamos agarrado de las manos en la misma mesa, en el mismo bar, años atrás, seguramente nos habíamos encontrado y todo  nos había parecido infinito, hondo, muy  hondo... eso, antes de prohibirnos decir nuestros nombres. 
Venía a mi a vengar las palabras que se me había ocurrido soltar; este lugar debe ser poco menos que un santuario para nuestra historia,  acá crecimos, lloramos, amamos, rompimos, partimos, un montón, un montón de verbos... acá inventamos cuentos, leímos libros, tomamos los primeros  virtuosos alcoholes, nos hicimos miles de confesiones, y justo acá,   luego de un velo de un año te aparecés, por supuesto, nuestro encuentro tenía que ser así... Mágico. 



Después de vos me quedo  un mal gusto acerca de la gente “mágica” las mujeres mágicas, pff!, después de vos puse en duda el mundo entero, mi mundo entero... me supongo que es porque logramos hacernos sentir eso que la gente tarda tanto en sentir...   precoces  (sospecho que nos encantaba esa palabra), en algún momento eso nos hacía sentir muy especiales, nadie, absolutamente nadie en el mundo entendía el código; con nadie, absolutamente con nadie volví a sentir que se podían bailar las palabras, colorear las notas musicales.   
Cuándo te conocí no me caías bien, tiempo después me dijiste que yo tampoco a vos, calculo que era una especie de envidia, unos celos atroces de ese magnetismo tuyo... pero algún día bajamos la guardia, ahí es que pasó todo eso que ya no me gustó recordar o extrañar con el tiempo,  éramos dos para todo,  charlábamos horas abajo de la cama, o proyectando proyectos, vos me enseñabas a ser hippie, y yo te enseñaba eso que dice la gente que les enseño (todavía no entiendo). 
No te gustaba, no te gustaba nada de nada que nadie se metiera con tus cosas, tus cosas, tu gente, tus ambientes, ¿era yo de esas “cosas”?...a mi no me importaba, estaba segura de que era una burbuja sin dolor...si, si, seguramente era una burbuja, pero  obviamente que venía con la cuota de dolor incluida. 
Había algo oculto debajo de la piel, tomarnos juntas ese licorcito bohemio no nos había echo “hermanas”, curiosamente, y a pesar de que nos queríamos con locura esa palabra nunca se nos quiso caer del bolsillo, quizás porque no correspondía. 

Tal vez  en este momento no tengo demasiadas ganas de pasar en limpio, sólo sé que siento una terrible amenaza, me vuelvo todo lo que hace tiempo que no soy: una ser miedoso; que acaba de activar sus sensores ancestrales, animales, sus funciones de defensa; mis piernas sólo atinan a salir corriendo y es justamente lo que no pienso hacer. Me miro en el espejo: soy yo, cuánto me cuesta ese “yo” en este momento, cuánto superyo mete freno a ese “ello” que no quiero ni oler, no quiero ni saber cuánto guarda abajo... me acomodo  el pelo y abro la puertita- persiana de madera derruida... seguís charlando, me mirás de reojo, y le digo a mi acompañante con total frescura -Era Mariano, quería saber cuándo hacíamos esa comida en su casa- después de soltar la enunciación te miro y te digo -Cómo andás? Que casualidad, justo te habíamos nombrado... girás con mucha elegancia el cuello me mirás con los ojos abiertos, grandotes, raros, y se te hace la sonrisita de costado, esa muequita de desprecio 
-Me invocaron diciendo mi nombre   

(la puta madre! Cuándo será el día que dejemos de saber...) 
De repente me medís, hace cuánto que no nos medimos, a ver ¿“quien la tiene mas grande”?, ya que te hablo, vos, con total frescura decís 
-puedo? 
Pidiendo permiso en la silla que sobra y te sentás, sentás a tu amiga al lado de la mía, y el fuego empieza, una vez mas...ya me había olvidado lo difícil que era charlar con vos intentando poner la negativa a todo lo que dijera la otra... 
Una vez me dijiste que yo me iba de vos, te dejaba sola, te hacía notar que no éramos una oponiéndome a todo, supongo que ahora estás haciendo lo mismo, me marcás con los tapones de punta que todos mis blancos son tus negros. 
Digo “familia” decís “soledad” 
digo”calma” vos decís “movimiento” 
digo “hipocresía” vos decís”verdad” 
digo: “no existe la institución que te abarque por completo, pero no por eso vas a dejar de participar” decís: ”es conveniente así crear tu propia institución” ,digo: ”pero entonces esa no va a abarcar a cada persona”...entonces todo se empieza a relativizar. 


Me aburro.  

Ya no quiero discutir. 


No tiene ningún sentido charlar así, así nunca voy a saber ,y vos tampoco. Cuanta de ese agua que pasó bajo el puente es real?... cuántas suposiciones, cuántas confusiones, cuántas jugadas raras, bizarras nos guardamos bajo la manga?, es mucho mas difícil todo con las mujeres ¡si nos hemos mentido mirándonos a los ojos!, y justamente en eso reside nuestro odio; en lo que cada una supone que la otra le ocultó, peor aún,  es imperdonable pensar que cada momento ocultaba  no sólo una tensión absurda, algo atado adentro haciendo fuerza por salir; sino también una conciencia cruel, que reprimida se desató en odios y venganzas, de las mas infantiles a las mas perversas...  Sólo necesitábamos una excusa, una sola para justificar toda la pasión enrarecida, viciada con abrumadora cotidianeidad, llena de reproches eh infinitos detalles que seguramente ninguna de las dos recuerda: un mismo amante, perdones no perdonados, engaños, un corazón roto, un hombre traicionado, gritos en un baño, averiguaciones impúdicas, perjurios, agravios, amigos en común, cartas de amenaza, relaciones tortuosas mentiras, mentiras, mentiras, sexo, mentiras, confesiones, mentiras, represiones, mentiras, impresiones, mentiras 
explosiones...MENTIRAS!! 





 Ya me siento mejor, escucharte hablar sin parar de la paz interior que conseguiste en katmandú -o donde fuere- me tranquiliza, estoy segura que no es así, que te perfumás con esas palabras, que te inquieto tanto cómo vos a mi...    
En un silencio ,nos atrapamos con las pupilas, tan fuerte que tenemos que correr la cara, cada una a cualquier punto para que no se note,  nos dimos cuenta... no somos las mismas, ya ni me acuerdo...ni si te odio, ni si te amo, ni si nos podremos perdonar algún día... sólo sé que las dos, con estos terribles cojones tenemos, también, tamaños miedos, la una de la otra...ya no competimos, sencillamente nos alejamos, temiendo de que el universo empiece a descocerse si algún día nos volvemos a encontrar de verdad, sin la gente de por medio y con el tiempo por delante, con todo esto nuevo que sabemos, que la otra no sabe, con todo esto que somos; ya sin miedo de esa palabra que estamos seguras que no nos identifica, pero con la certeza de que juntas el cielo y el infierno están a un paso. 
Me levanto, ya terminé la cerveza... 
-Mañana me tengo que levantar temprano, chau gente!

miércoles, 12 de octubre de 2011

Opio

La Indiferencia es el Sida de los pueblos.
Ignorancia la bandera.
Desidia el pan de cada día.
Desconfianza por religión.
Miedo, incertidumbre y odio las manos que modelan nuestra identidad.
Feliz día de la raza putos.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Hipótesis

 J.C.C.

Sus labios convertían en cielo al aire del medio
Endulzaban las palabras afiladas por dientes de marfil blanco.
Mientras latían con firmeza los húmedos pliegues rojos
se atomizaban las partículas en un látigo de electrones que golpea la piel por debajo
desfibrilándome el pulso y raspando los bordes de una escalera de caracoles.
Un lazo de éter anudaba las dudas y se trensaba con el instinto.
Cuando de pronto, y sin permiso, mi prehistoria comenzó a rasguñar los huesos por dentro.
Lo lamento.

jueves, 21 de julio de 2011

 El nacimiento de la conciencia, y por ende la inconsciencia, es la previa al nacimiento del ser humano, El feto en su tercer semana ya comienza a plantearse si es él su Yo, si la madre quizás su Super Yo, y si el padre  sera Ello.
Esta instancia de desarrollo psíquica-mental, debería establecerse de ahora en más como el único momento en que el hombre es libre, ya que está incontaminado en relacion a la TeVe, prejuicios, la poderosa internet, el asqueroso IVA, aun no sabe que la plata no le va a alcanzar,y tantisimos etceteras.
Los conceptos q inundan su mente son puros y maravillosos, abstractos y fluidos. Luego de 9 meses de conciencia plena fetaria  ya ha desarrollado la semilla de curiosidad, lo cual lo expulsara al exterior (con ayuda de expertos).
En este momento el bebe se encuentra con el mundo, ensangrentado (lo q no sabe es q la sangre es suya). el, que habia deseado el encuentro con otros seres para expandir sus ideas, calla tras un shock post parto, comprendiendo q nadie lo comprendera. luego de esto (segundos), no puede hacer otra cosa q largarse a llorar.
Solo despues de pasado mas de un año intentara adaptarse al medio y en un acto de compasion hacia sus padres comenzara a decir tutu ata col eto, cuando en verdad su deseo inicial fuera el de decir tantas otras cosas que nunca entenderemos.



Por Spaguetti.

miércoles, 6 de julio de 2011

El pasillo (versión 82)

Por J.C.C.


 El portero había repasado en lavandina el pasillo, no era caminar y llegar... Ni transitorio el momento; Se trataba, mas bien, de una pequeña aventura el atravesar ese corredor, levitando de alergia al remedio higiénico y clorado...
  Había amanecido en un día "extraño", pero extraño con todas las letras!!... ( Con todas esas letras mudas de nuestro abecedario que no dice nada, simplemente obedece y sometido nos refleja como un abc sin frenos que derrapa todo el tiempo en las curvas de la vida y sus conceptos).
  No es el silabario en sí, somos nosotros el problema, los humanos, que agarramos siempre las cosas y las tratamos de meter en algún nombre, en alguna definición que tengamos a mano y nos suene familiar; O por lo menos sirva como para transportar esa “cosa” hasta encontrarle una bolsa mas fuerte, adecuada a todos con un apodo apto y reforzada en el sentido que le abraza y maquilla la jeta. ¿Vieron?; Si no agarramos letras y las acomodamos en palabras nos la pasamos agrupando sentimientos y sensaciones para explicarlos de alguna forma, contarlos en algún idioma o sentirlos en alguna otra persona para que sean de verdad.


 Que tontos somos...


 En esencia, el día era algo “raro” por así decirlo; No me cabía en ningún registro de acontecimientos normales de un día, no parecía ni lunes ni martes ni miércoles ni jueves ni domingo ni viernes, y ahí estaba yo... Caminando por el pasillo de paredes color crema rancia y vapores antibacterianos que se expandían hasta ocupar todo el volumen de mi caja toráxica… Preguntándome ¿?, recursando los recuerdos de una mañana inentendible, inexplicable e inagrupable... Tocando el timbre de lo que creía, era el departamento de alguien que suponía, iba a estar esperándome…
   (De todas maneras no estaba demasiado preocupado, , cualquier cosa que sucediese solo se amoldaría al día sin más condecoraciones dentro de la bolsa arpillera que entendemos por “extraño” y listo).


 Que iluso...


La puerta se abrió, saludé de reflejo con un beso ( Mis pensamientos inútiles siempre se acumulan de tal forma en estos momentos de tensión que estallan dejando al descubierto el piloto automático de pìbe_de_barrio que me vendieron en la adolescencia y “Así sigue la nave...”)
Ya saludado, sentado y consultado sobre qué beber conseguí relajar y meterme en el caparazón de nuevo; Ahora sí los eventos llegaban a mi con un nivel de pureza mayor, los sentidos agudos, y ya empezaba a escuchar los ruidos como a los de las películas que me enseñaron que en la vida hay ruidos, y en las orejas hay peajes… Al mismo tiempo se comenzaba a asomar, también, un olor a menstruación penetrante como el pasillo, pero no feo, ojo!, algo así como enzimático, insistente ( Diría dulce si no fuera que estoy comiendo un caramelo el cual está presentando una carta_documento en la sección lengua alegando que “dulce” pertenece a otro gremio, haciendo su descargo enojadísimo por la comparación y el tiempo perdido en la cola… En fin, el olor rápidamente se hizo parte de la casa, como el gato y la TV colgada en esos fierros negros arriba de la puerta del baño.-Es una muy mala idea ponerla ahí...).
 Parpadeen!, PAUSA, que hacemos acá?? yo me pregunté lo mismo, y ahí nomás comenzó la entrevista de esta señorita; El pibe de barrio apareció con su capa de superheroe por la ventana y ahí va la nave ahí va… Tuvimos sexo sin demasiados rituales, al natural, sin sobresaltos ni desencuentros, y ya enmascarados y satisfechos me preguntó:

 ¿Para vos qué es estar loco?...
 Por un momento quedé tildado pues no sabia si responder que es una enfermedad, una consecuencia del agrupamiento explicativo que hacemos los humanos, una medida alternativa ante una pena privativa de la libertad o si solo es un síntoma mas de la vida... Como el miedo epidémico que esta empezando a contagiar todo mi cuerpo al final de este día “       ”.
 Pero entonces, mientras meditaba, comencé a verla extremadamente atenta, cercándose en la vigilia de mi respuesta, disponiendo de todo su ser, no solo las orejas y una porción abundante de cerebro…
 Ahí entendí que eso no era una pregunta , ERA UN PASILLO, otro pasillo mas, una consigna… Tenía su olor, su puerta, su botón.

 Traté de despegarme de todo para explicarle exactamente qué es la locura, dejar de lado mi nombre, al pibe de barrio, mis escuelas y mis historias, mi cara y mis verdades de plastilina… Caminé hasta el final de ese corredor tirando las ropas de humano hasta llegar al timbre donde supuestamente me estaba esperando a mi mismo... Y así fué, la puerta se abrió, saludé de reflejo, -Como yo soy mellizo encontrarme con un tipo igual a mi no me impresionó demasiado así que me senté y sin parpadear comencé mi entrevista… El miedo no se hizo esperar, cuanto mas buscaba dentro mío, mas profunda la inexistencia, eterna si querés, mas peligroso el saber y mas "necesario" también, al contrario de las palabras que abandoné en el pasillo junto con mis ropas como a los pañales en su momento…
El letargo fue rigor…
 Parpadeen!!, yo lo hice antes de explicarle todo a ella... Su mirada era de respeto total, vulnerable a la revelación, perfecta, mis ojos no olvidaban ni un signo de admiración… Quise explicarle todo junto, tomarla en mis brazos y meterme adentro suyo para mostrarle las habitaciones, hacerle el amor con la rodilla y cortarle las piernas para que se de cuenta que caminar sólo la aferraba al mismo lugar… Quise mostrarle el mundo que no reflejaba el espejo de su sonrisa, que el tiempo no importa y el lugar tampoco porque La Inteligencia es el cuerpo y no esa bolsa de carne y huesos que la mantiene a la altura de la cabeza… Ella solo asimilaba, tenía los ojos conectados en mí, entonces se los saqué para que pueda verlo, fue hermoso… Nos abrazamos lo mas fuerte que pudimos mientras cubríamos el último vestigio del día con las sábanas blancas que nos absorbían en cada gota…
 Estábamos al fin solos y llenos de nosotros… Lejos, atrás, los olores, los barrios y cualquier pasillo que vayamos a tomar...

martes, 5 de julio de 2011

 Se siente unicelular un hombre de cara a una noche desierta  de invierno, siente como si su calor fuese absorbido desde las entrañas de la tierra, pero disuelto en el primer manto helado que la recubre, convirtiendo esa presencia en algo minúsculo, desposeído, casi extinto, que no es absorbido por la capa de grama sólo  por la existencia de una lógica física... pero la noche es despejada, y la oscuridad  del cielo tan sólo es el frio eterno y hueco del universo, con unas estrellas lejanas  que no hacen más que recordar esa distancia infinita.



 Es que de a poco se nos fue advirtiendo del retorno cíclico del invierno, ya el otoño se llevó con gracia las esperanzas del verano junto con sus hojas rítmicas. Y ahora  que el hombre se encuentra  sólo, vulnerable,  introvertido el temporal arremete contra él, con la violencia titánica de los vientos polares, un martillo gélido golpea el alma que sólo atina a resistir, los pasos surgen envueltos en patéticos abrigos. Resignado, ante la condición obligatoria de marcha  hacia  algún refugio.



 Es como si se hubiese impuesto una penitencia, la soledad total reinara sobre el hombre atrincherado, para que una vez aislado  en el frio se descubra a sí mismo, eh indague  de mil maneras: para que agote su material externo, se conozca hasta no soportarse, para que se aburra y reduzca su ego a un sinrazón, a un motivo inexistente, para alimentarse de recuerdo, -imágenes, evocaciones- para en ese preciso momento ser carcomido por la ansiedad de que ya no basta con el mismo...



 Los recorridos comienzan a significar otra cosa, ya no es el aburrimiento el móvil de la búsqueda, ahora son las preguntas, las que no puede contestarse sólo, lo que le permite salir una vez más a recorrer el paisaje hostil de una ciudad tomada por la parálisis catatónica y azul del clima. El espejo, el otro ser, el que reafirme la existencia de uno mismo, ese es el bien que se anhela, pero también pueden encontrarse espejismos.


 Así en respuesta a lo que encuentra, a los que encuentra, la persona agradece humildemente saberse algo así cómo un par, y no más una unidad perdida, única, vulnerable.



 Las igniciones calientan de a momentos  el alma, sobre todo porque existe un afuera amenazante, trágico y desolado, y  es por eso que se vuelve preciso perpetuarlas el mayor tiempo posible, tapándose bien, cerrando la puerta para ir a jugar, riendo en un trueque justo de reflexiones lumínicas... hasta que haya que sacar el pié fuera de la colcha y recordar (con ganas de cinco minutos mas) que  hay una helada detrás de esas puertas cerradas , y que las maderitas de lo fósforos en algún momento se consumen...



 Sin embargo las despedidas no dejan un sabor amargo, sino que renuevan mutuas esperanzas, y el hombre ya no siente el castigo del viento del mundo sobre sí mismo, sino al invierno cómo el signo de pregunta que lo empuja a la búsqueda y a la respuesta que es el otro, que son los otros. El necesario contraste de opuestos que reafirma su unicidad, pero en un mar de otras existencias, respirando y precisando, quizás al mismo tiempo el encuentro.



Por Flora la Exploradora

lunes, 23 de mayo de 2011

Paso tras paso, paisaje desolado de otoño,sensación colectiva de intromisión, de perspectiva poética.Una soledad encantadora recorre las calles con viento húmedo y helado y los caminantes pensamos temas parecidos, existenciales, enterrados y profundos, todos y cada uno con la convicción de la filosofía barata, y la promesa de materializarla en un escrito-medianamente- literario en cuanto podamos encontrarnos con la hoja en blanco (futuro casi mentiroso,la mayoría de las veces). Lo que abriga es encontrarse afuera, solo,lejos,pero con la esperanzadora certeza de que en algún momento se ah de llegar...¿donde? Nos olvidamos, todos nos olvidamos, para tener quizás alguna nostalgia o para sentirnos parte de ese enormísimo signo de preguntas que comenzamos los otoños;producto de la ausencia de la eternidad que nos regalo el verano.




La cuestión es que caminamos, camino,- y no puedo evitar el elegir creer que de los otros lados es similar, por eso personifico, y quizás cambio el genero o el número- por esta especie de esqueleto reseco que se vuelve la ciudad, y surge cómo milagrosa la sensacion del encuentro, del choque espejado, la certeza infundamentada toma cómo argumento la personificación anterior, mientras charlo -charlas/charlamos- con ese que esta adentro, que nos conoce y comparte, y discute, que q veces es conciencia, que aveces es alter ego o quizas es la idea de una persona que no se conoce del todo pero que se acerca un poco a ese otro yo y uno elige ponerle el disfraz. Personalmente elijo creer que es mágica la evocacion que surge cuando esperamos “encontrar”, aunque no sea especifica, porque cuando necesito ese “no se que” siempre aparece, (sobre todo cuando las hojas amarillas empiezan a volarse como papelitos de concurso de susana gimenez -pero al ritmo de musica clasica- sobre calles en las que se acumulan en colchones crugientes)y aparece personificado de mil maneras, por eso sugiero que abran bien los ojos y que la nostalgia no se torne pesimismo, porque puede aparecer como un pajaro volando raso, o cómo un perro que nos acompaña, como postal tirada en nuestro camino o de la manera mas sorprendente que es la de encontrarse a otra persona, en que en el mejor y aún mas extraño de los casos nos acompaña en una charla, la que quizas en el fondo tenga absolutamente este animo otoñal ,pero este cubierta por un halo de “normalidad”,de no-cosmovision, de mundanería... pero que en el fondo agradece el pequeño encuentro, en ese caso intercambiaremos cigarrillos o fuego o mates, y luego volveremos a la marcha.



Lo mas maravilloso es tener la sensación de que con un abrigo -quizás un paraguas- y un atado de cigarrillos no se necesita mas nada, ni siquiera all you need is love, ni siquiera un peso para el cole, nada de nada, y la promesa seguira clavada, esa de escribir el viaje mágico, que puede ser domingo por la tarde, dia de semana nublado por la mañana, sábado 20 hs por calles arboladas, llegarás -llegaré,llegarémos-a nuestra casa, a ningún lado, a visitar a alguien de sorpresa, a trabajar, a la escuela y sólo se podrá pensar en el contraste del calor con el frio de la calle, que nos borra de a poco recuerdos de ese itinerario y lo reduce a un medio, no a un fin en si mismo.
Flor

jueves, 19 de mayo de 2011

Está lloviendo y yo sin crayón.





"El viernes un tremendo trueno  fué noticia, yo escribí unas palabras. Al llegar mi hermano de la escuela y contarme que cayó a 30 metros suyo sobre un juego metálico del parque de la locomotora que quedó echando humo y que el sonido fué como de 1000 árboles quebrándose juntos, me confirmó que somos todos protagonistas." Juan Carlos Carroña


                         Viernes 13 de Mayo de 2011, 12:20 hs.


 Está lloviendo y yo sin crayón…                       


 No empecemos hablando de lo que nos han enseñado porque a eso no tenemos nada que hacerle.
 Pero si escapar fuera posible, a través o talvez un texto, éste sería uno de mis intentos. Fallido por concepción y miedo, al conformismo y a ser componente de mis ideas…
 Está lloviendo y yo sin crayón es para cortarla un poco, sacarle sangre, pintarlo y destaparme con un encendedor dentro de otra cerveza medular.
 (Además, sabes qué, somos egoístas y la razón no es ajena, también nos necesita. Por eso los personajes, para culparlos y condenarlos a nuestra inocencia… ) ahí vamos:




 Adoro el sonido que hacen los rayos cuando quiebran el aire y agrietan al tiempo inestable para devorarse un pedazo que mis orejas pueden masticar a gusto (Imagino al espacio abriéndose de piernas, rajándose y desprendiéndose de la brisa por el tajo). Los fantaseo como el mordisco estruendoso y despreocupado sobre la primer tostada en el desayuno de algún dios con bigotes que nos cubre con migas energéticas rebozándolo todo en un relámpago. El hambre nos entra primero por los ojos como un destello atrevido que inunda el letargo intimándonos a abrir las ventanas del cuerpo mientras vamos cerrando las de casa con tranca.
 Caen chorros de aire_en_gotas desde el cielo que van rebotándose el cuerpo en todo el camino hasta llegar aquí reformulados como viento de lluvia.
 Puedo oler a ese aire descascarado resbalando afuera en la vereda, y escuchar a la gente como lo pisa todo, pobrecito :( , ahí tirado de boca en el piso mojado, respirando la humedad negra del asfalto mezclada con caca de perro que se escurre disuelta entre los pastos y el cemento formando siluetas dinámicas en el cordón que modelan el contorno visible de un enemigo sustancial...
 Aire sólido y compacto es un sueño. La realidad, mucho más gelatinosa y sucia para los recién llegados del paraíso de vapor. La grieta furiosa los hizo tropezar con un solo estruendo que rajó sensiblemente la bóveda celeste como para dejarla supurando lo divino. Un colosal estornudo del horizonte terminó por plegar al cielo como a uno de mis pañuelos de tela.
 A mi me enseñaron a ser libre para reprimir la violencia que sujeto con naturaleza... A ellos, inquilinos del tiempo, los despojaron de toda capacidad: Sin cuerpo los arrojaron para asfixiarse en esta inmundicia, sin forma les quitaron su identidad, sin alma saquearon su espíritu y sin estrellas en el cielo les dieron la bienvenida a la tormenta del infierno terrenal...
  Los erradicados_violentamente_de_las_nubes, se organizan y precipitan a usurpar el predio de la temperatura ambiente descendiendo las escaleras a las corridas.
 Sus familiares observan atónitos e impotentes la caída de los damnificados desde la comodidad del nubarrón y con lágrimas en los ojos intentan seguirlos con la vista, calculan distancias y les gritan hasta que en algún momento del recorrido se comienzan a mezclar con los pixeles que marcan las arrugas que presenta este mundo en la pantalla de la percepción, y desaparecen; Desconsoladamente los llantos se multiplican en la tragedia y de la grieta se desprende el dolor del clima en las primeras gotitas de lluvia...


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( Mientras tanto, aquí, abajo...
 Aquí abajo nos cubrimos con un manto tejido por quienes se desmoronan y nos protegemos de la tormenta.)

lunes, 16 de mayo de 2011

Una chica

Por Bruno Ferrari.



Y eso que no era mi chica, ni tampoco llegué a conocerla tanto, y no se si algún día lo haré, pero compartí una historia con ella, una bastante extraña (al menos para mí). Y un día me levanté y dije: “¿por qué no escribo de ella?”. Y ustedes estarán pensando “esta mina lo enamoró” o “lo flasheó” en una jerga más juvenil. Pero no. No es por eso que se me ocurrieron estas líneas, si no por cómo es ella. Tal vez un poco de cada cosa: especial, rara, loca, única, mística. Muchas cosas que la pueden adjetivar pero nunca definir. Si somos muchas cosas, ella lo es más. Y aunque todo parece pintar como un relato edulcorado, déjenme aclarar que nada es lo que parece, y si piensan muchas cosas más, les recomiendo que no piensen. Solo traten de leer. Traten de leer sobre Nila y mi historia con ella.
Sinceramente, no recuerdo cuándo la conocí. Si por alguna amiga, o por qué. Me da bronca no recordarlo. Les juro que hago el esfuerzo, pero nada. No pasa nada. No hay fecha, no hay clima en mi cabeza. Y sin embargo, a ella la tengo muy presente. Porque varias historias de Nila conmigo son raras, aunque muchos dirán que a muchos les pasó con muchas mujeres, y yo los comprendo. Pero empecemos por lo que más recuerdo: antes de conocerla, yo ya sabía por lo que había pasado. Siendo una chica en camino a ser una mujer, en el medio pasaron muchas cosas que afectaron gravemente su forma de ser. Quizás el hecho que la marcó profundamente fue el asesinato del padre a manos de dos ladrones en su propia casa. En el barrio se oyeron tiros a la madrugada, y provenían de la casa de Nila. Mucho no se pudo hacer por entonces. La gente, indignada, salió a la calle a protestar. Nila, junto a su madre, hermanos y el resto de su familia (en una misma cuadra vivía la tía de Nila y su abuelo por parte de la madre), más todo el barrio, con pancartas y difusión en los medios, pidieron justicia por el hombre muerto a mano armada. Y el hacerse escuchar logró su cometido: apresaron a los dos delincuentes. Y una historia pareció cerrarse. Pero bajo tanto bochinche, estaba Nila, y ella la estaba pasando mal.
Todo esto lo se porque fue un caso conocido en la ciudad. E igualmente, Nila me interesó. Por mi amiga que me la presentó, que también me advirtió este detalle en la vida de ella. Igual, no había llegado a cruzar muchas palabras con ella, solo unos cuantos saludos y unas cuantas despedidas. Pero llegó el día que hablamos más, una vez en un boliche. Y la verdad quedé sorprendido: ella, directamente, se abalanzó sobre mí, en busca de afecto instantáneo, que la verdad, yo no estaba preparado por entonces. Yo estaba en una etapa de hablar primero y accionar segundo. Ella tenía esa etapa pero invertida. Y vale aclarar en este punto que Nila no era una mina fea. De cara, bastante. Pero tenía un cuerpo perfecto, trabajado durante años en un gimnasio, y por natación, ya que tenía una espalda ancha. El cuerpo clásico de guitarra ella lo poseía, más unos buenos pechos. Conformaban, físicamente, a una chica apetecible. Y eso los pibes lo sabíamos, ya que no era el único que habló con ella, si no varios. Y ella se comportó siempre igual: amigable, provocadora, directa. A mí me ofreció volverme con ella, a lo que yo dije que sí, pero después me arrepentí y decidí volverme solo. Y Nila luego me lo hizo notar.
Unas semanas después de eso, volví a hablar con ella. Esta vez por chat. Era de noche, tipo 22. Y ella en algún punto seguía provocándome a pesar que esa vez en el boliche no me haya vuelto con ella. Así que me propuso ir a la casa. Yo, un poco tocado por el faltazo de aquella vez, más un potable deseo de hacerla mía, acepté su propuesta, pedí un taxi y fui a su casa. En el camino yo pensaba que, para no volver a hacerla mal, debería encarar las cosas de otra manera y seguirle su juego: primero accionar, y luego hablar. Nila tenía eso: provocaba el pensamiento más perverso, y eso se notaba. Y yo lo notaba. Y yo lo quería poner en práctica. Pero como se darán cuenta a continuación, pocas veces sale algo como uno quiere, o como uno lo está planeando.
La casa quedaba en un primer piso, y al subir las escaleras no imaginaba con lo que me iba a encontrar. Las paredes estaban adornadas con palabras, poemas y fotos referidos al padre de Nila. Recuerdo más las palabras, en donde ella escribió que lo extrañaba, que lo amaba, que nunca habrá nadie como él. En el medio de una habitación, junto a la cocina, había una mesa donde se encontraban varios de los familiares. Estaba la madre, la tía, el hermano. Estaban cenando. Nila se encontraba en otra habitación pegada a la anterior. Ella estaba viendo una versión doblada en español de El jardinero fiel  bajada de internet para la facultad. Yo, al observar todo esto, pensé en irme lo más pronto de ese lugar. Primero, porque no conocía a nadie y me hacía sentir incómodo. Y segundo, porque no iba acorde a mis planes. Pero decidí quedarme a ver cómo transcurría la noche, quizás a favor mío, quizás no. Y quizás no fue la respuesta correcta: Nila no estaba para nada provocadora, estaba vestida con un pijama infantil que no despertaba ningún deseo sexual en mí, sino que daban ganas de retarla y mandarla a la cama a dormir porque era tarde. Además, la noté en un estado distinto a la otra vez: hablaba de manera muy lenta, decía incoherencias, no terminaba las oraciones, se reía de cualquier comentario que yo decía. Yo todavía no entendía por qué se comportaba así, pero decidí seguir viendo cómo se desarrollaba todo. Me dijo que viéramos la película, a lo que yo le respondí que ya la había visto y que no me había gustado, a lo que ella me pidió que se la cuente así no la veía. Yo le dije que la viera porque tal vez a ella le iba a gustar, era una historia de amor trágica por así decirlo, que denunciaba a una empresa farmacéutica que funcionaba como la “corporación maligna”, la cual estaba asentada en África, en donde la pareja vivía, ella siendo activista y él como un diplomático. Ella muere en un accidente, y el diplomático la llora. Ella iba con un hombre, y todo indica que tenían un romance. Pero el diplomático comienza a indagar, porque sabe que su mujer era una persona que incomodaba a los poderosos al reclamarles muchas cosas con respecto a la contaminación, salud y sociedad, a la que se estaba afectando en África. El diplomático no tarda en descubrir que en realidad a ella la asesinaron, y que el hombre con el que estaba, era otro activista y homosexual. De allí, se dispara el resto de la película en seguir al diplomático en tirar abajo a la poderosa empresa farmacéutica, pero más que nada, en la búsqueda de su mujer y en reivindicar su muerte, la cual no quiere que haya sido en vano. Le dije que también le podrían gustar los paisajes de África, las actuaciones. Pero que a mí la película no me terminaba de gustar. Al decir todo esto, me daba cuenta que en realidad estaba hablando conmigo mismo, ya que Nila tampoco me prestaba mucha atención. Es decir, me escuchó los primeros 5 minutos, pero luego se iba, es decir, seguía en persona, pero no hablaba, no me miraba, se iba de la habitación, quien sabe a dónde, quizás a un lugar feliz o un lugar triste y oscuro. Cuando volvió, me dijo que jugáramos al truco. Lo hicimos. Nunca jugué tanto al truco en mi vida. Habrán sido minutos, pero yo lo viví como si fueran horas. Ella se reía de todas las cartas que le tocaban, desde un cuatro hasta el macho. Pero no era una risa sin sentido, una risa insoportable, que de repente no quería escuchar más.
Mientras jugábamos, noté que empezamos a estar solos alrededor. Sólo quedó la madre, la cual me ofreció comida. En realidad, Nila le dijo que me diera de comer, aumentando mi incomodidad. La madre me sirvió tarta de zapallo, junto a un vaso de jugo. Yo le agradecí y mientras comía, seguimos jugando al truco. Cuando jugábamos mucho, Nila ponía la película. Al terminar de comer la tarta, noté que la madre no estaba más. Estábamos solos. Nila se paró a poner pausa a la película y se sentó arriba mío. Pude sentir su cuerpo a través del algodón de su pijama. Noté que ella comenzaba a agitarse. Nos besamos. Cuando nos comenzamos a excitar, ella se alejó y se sentó en su silla. Apareció la madre en escena. Quería saber si estábamos bien, si necesitábamos algo. Yo dije que no, que gracias. Yo solo trataba de saber cómo hizo para escuchar a la madre, ya que yo no escuché ningún sonido de pisadas ni nada por el estilo. La madre salió y Nila me dijo que volvamos a jugar al truco. Yo le seguí el juego nuevamente, pero la verdad sentía que la noche se estaba tornando extraña hace rato. Jugamos unas manos más, ella volvió a subirse arriba mío. Volvimos a besarnos y a tocarnos. Ella se volvió a su silla, pero esta vez no apareció la madre. Le dije que no entendía por qué hacía eso, que me explicara. Ella sólo se limitó a reir.
Luego llegó el fin de mi estadía en la casa de Nila. Le pregunté si tenía alguna cerveza. Me dijo que no, que ella no puede tomar alcohol. Le pregunté por qué. Por las pastillas, me dijo. Yo empecé a prepararme para lo que venía, mentalmente digamos. Ella comenzó un relato en el que narraba los sucesos que tuvieron que ver con el padre, que ya los sabía porque el hecho lo vi en los noticieros y en los diarios. Prosiguió el relato contándome que una vez que estuvo de novia con un chico, empezaron a pelear bastante feo, y ella terminó a los gritos por la calle insultándolo. El chico decidió irse, y ella iba atrás de él insultándolo de arriba a abajo. La madre decidió internarla unos días en un psiquiátrico, donde a ella le daban pastillas de todo tipo. Al salir, le dijeron que las siga tomando, para prever lo peor, le dijeron. Y ella siguió tomando. Al terminar de decir esto, aparece la madre y le deja en la mesa donde antes estaban comiendo, unas pastillas y un vaso con agua. Ella, obediente, se acerca a la mesa, le dice gracias a la madre, y se toma las pastillas. Luego vuelve a sentarse a mi lado, junto a mi cara de póker. Se escucha el timbre. Se escucha la puerta de entrada que se abre y se cierra. Es mi vieja que se cruzó enfrente a hablar con un vecino, me dice ella. Ella se va a la ventana que da a la calle a fumar un pucho y a observar a la madre hablando con el vecino de enfrente. Yo me acerco junto a ella en la ventana. Hay un árbol seco que obstruye la visual. Yo me pongo detrás de ella, y le agarro las nalgas y juego con mis dedos en sus cavidades. ¿Qué hacés? Mi vieja está mirando, me dice ella. Nada, juego, le respondí. Yo en ese momento me sentía curado de espanto. Había visto y escuchado demasiado por unas horas en una noche en la cual ya mis planes se encontraban en el tacho de basura. Decidí seguir el juego de manera vívida, y actué de esa forma, a ver qué pasaba. Ella no se inmutó, siguió fumando mientras yo jugaba con mis manos por su cintura. Se escucha la puerta de entrada que se abre y que se cierra. Yo vuelvo a la silla donde estaba antes. Luego Nila se sienta en la silla de la computadora, donde estaba la película pausada, y me dice “vení que te muestro unas fotos”. Yo me acerco y empiezo a ver una secuencia de fotos de ella durante su vida: con amigas, con novios, amigos, con los que salió, con su familia. Yo me imaginaba volver a la cotidianeidad cuando me empezó a mostrar fotos de su hermano con plantas de marihuana, el hermano y los amigos fumando y riéndose y mirando a la cámara. No era extraño el tema para mí, pero era extraño ver a la madre pasando detrás de mí y mirando las fotos que yo miraba. Una familia liberal, pensaba, pero también pensaba en que era una familia donde nadie decía nada con respecto al otro. Nadie juzgaba.
Y luego vinieron las fotos de ella con su padre. Era perturbador el silencio y la pausa de ella al mostrarme estas fotos. Directamente ni hablaba, y no pasaba las fotos. Dejaba una foto puesta por varios minutos, sin decir nada. Luego me mostró fotos de la marcha que hicieron por el padre, de los vecinos. Este era el mejor amigo de mi papá y vive enfrente, me decía en una foto. Esta soy yo con una de las pancartas en la marcha, en otra foto. Y luego vino el pico, el plato fuerte: me mostró un video del día después del asesinato del padre. La cámara mostraba los ambientes de la casa donde yo estaba en ese momento, pero que en el video la mostraba llena de policías, hablando entre ellos, tomando notas, testimonios. Luego la cámara mostraba el piso donde estaban mis pies apoyados, y que en el video se veían manchas de sangre en grandes tamaños. Luego alguien que habla a la persona que filmaba: “Nila, vamos que tenemos que ir a la comisaría a declarar”. Fin de la filmación.
Al terminar el video, ella me pregunta qué me pareció. Yo no sabía qué decir. Sólo pude decir que me alegraba que hayan encontrado a los culpables y que estén presos. Hace poco salieron, me dijo ella. Otra vez, ningún comentario de mi parte. Yo solo la miraba, y veía en su cara una mueca, una sonrisa, un producto de tantas cosas vividas, de tanta mierda, de muchas cosas mezcladas, lo veía en esa mueca. Y es más, me costaba mirarla fijamente. Creo que me superaba la situación. Todas las cosas que experimenté en mi vida hasta ese entonces, no se asemejaban a lo que estaba viviendo en esa noche. Luego miré la hora, y noté que era la medianoche pasada. Habían pasado sólo dos horas desde que había llego a la casa de Nila, y ya me quería ir. Le dije que me pida un taxi, y ella me dijo que bueno, que ahí lo pedía. No tardó mucho en venir, a lo que le agradecí indirectamente al taxista. Nila me acompañó hasta la puerta, donde se encontraba la madre y la tía. Le di un beso en la mejilla a Nila y me subí al taxi, con el más profundo deseo de no volver nunca más a esa casa. Pero al volver a mi casa en el fondo me sentía culpable y quería ayudarla. Me sorprendía que siga tratando de tener una vida normal, y eso es algo para valorar bastante. ¿Pero qué era normal para ella? ¿Qué era normal para mí? ¿Yo soy normal? Sólo puedo asegurar que ella tenía problemas. Muchos. Los cuales los lidiaba de una forma que sería muy difícil cambiar. Ella tenía que cambiar. Pero en término de hábitos. Pero yo no lo podía hacer. No. Yo no era nadie. Ni un amigo, ni un novio, ni un amante. Nadie. Sólo podía desearle lo mejor en el fondo. Y que nuestros caminos se vuelvan a cruzar y que esta vez ella esté bien y que podamos hablar bien.
Luego de esa noche, no la volví a ver. Hablamos unas semanas luego por chat. Ella me preguntó si me acordaba de una de las fotos donde estaba el mejor amigo del padre. Yo le respondí que vagamente. Luego me preguntó si me acordaba que cuando yo fui a su casa, en un momento la madre se cruzó enfrente a hablar con un vecino. Le dije que sí, aunque yo en realidad recordaba haber jugado con su cuerpo. Me dijo que el vecino le estaba contando a la madre que el mejor amigo de su padre había muerto calcinado al ir por una ruta en una camioneta y al haber chocado con un camión cisterna el auto se incendió. Ella me pasó el link de la noticia, para corroborarlo. Yo simplemente no lo podía creer. Más que nada por ella. Yo pensé: “pobre mina! Las personas que la rodean se van yendo una a una de manera trágica”.  Y luego traté de levantarle el ánimo, pero no me respondió. Nunca más hablamos.

Lluvia

Por Bruno Ferrari.

Afuera llueve
y yo aprovecho
en ponerme al día.
Hablo con mis amigos
me entero de sus vidas
Y por un rato la paso bien.
Pero encuentro en Internet
una foto
donde está ella
y sonríe para la cámara.
De repente
se me van las ganas de todo
y decido irme de la compu.
Camino de acá para allá
y de allá para acá
mientras voy pensando:
“qué hice de mal para perderla?”
me acuesto en mi cama
boca abajo
y cierro los ojos
pero no quiero dormir
tampoco quiero sufrir
pero me pasa
sufro
brotan lágrimas de mis ojos
sufro
me aprieto el pecho con las manos
como un muerto
en su viaje al purgatorio
y me digo “basta de sufrir”
Así que me levanto
y voy a jugar un rato con mis bichas.
Será un rato,
pero al menos ese rato,
me divierto y dejo de sufrir.

Leer

Por Bruno Ferrari.

Si leer enriquece
¿por qué leo dos hojas y me duermo?
Si repienso la pregunta, sería
¿por qué uno lee cuando se va a dormir?
Los días de lluvia puedo leer todo el día
Espero que eso le pase a la mayoría
Uno en un día de lluvia puede descubrir un buen libro
o puede descubrir una bazofia.
Sea cual fuere la cuestión
en el fondo siento que tengo que leer
desde una novela
hasta un poema
o de qué está hecho un desodorante.
Creo que eso es algo bueno,
y tiene que ver con la lectura
y tiene que ver con lo que yo quiero lograr.
Hay veces que me levanto
y quiero seguir leyendo
eso me pasa con libros excepcionales
o con pasajes inconclusos
de algún libro muy interesante
o con algún suplemento.
No me vengan con los tiempos libres
o que te tranquiliza.
Un buen libro
es un carnaval de sensaciones
y difícil que sean todas de paz
tan difícil como escribir esto
sin que nadie se ofenda
aunque no me importe mucho
pero es la educación que tuve
a la cual me sigo rebelando.
Pero yo trato de hacer algo,
algo complicado, pero algo al fin,
de impartir justicia
una especie de justicia literaria
justicia para con los libros.
Aunque nadie me crea
o no me entienda
me gustaría convencer a unos pocos
demostrarles mis fundamentos
mis ideas
mis reflexiones
de por qué leer un libro
o de por qué leer ESE libro.
Y con esos pocos
organizar una revolución
donde entremos en todas las casas
y en cada una
dejar un libro
en la mesita de luz
para que el que quiera leer
que lea
y el que no
que siga durmiendo.

martes, 26 de abril de 2011

Flora la Exploradora

Me levante con ganas de escribir, de saborear entre letras las imágenes de esta vida... de escribir-me, de tener un único espectador que soy yo... de tener un anclaje en cada frase de una sensación vívida que es al resultado de un accionar pasado que deja esas huellas sensitivas.
Y pienso, y recuerdo en cada palabra a una persona, un beso, una caricia, un chiste mal contado, una pagina leída con ternura, una cerveza, en un patio, mil palabras por segundo...y de todas las palabras ancladas a recuerdos y a su vez a sensaciones se forma un gusto insoportable a verano, definido por indefiniciones, la certeza de que es un algo único pero la incapacidad para abarcarlo sin paradojas verbales
y sube la efervescencia y estoy segura de que eso es vida, la euforia y el miedo, los sentimientos y la inconciencia, la realidad y la responsabilidad; se inervan entre ellas creando un yo, que no pretende ni calcula, solo vive, casi por instinto o por fatalidad... y que al mismo tiempo tiene activado el satélite receptor del resto, del afuera y recibe ondas y señales tan fuertes que atraviesan toda mi existencia, mi centro liquido eterno y mi cableado terrenal lleno de ruiditos...suelo partirme al medio con estos rayos de energía, suelo desarmarme y quedar mas que desnuda ante esto, pero no todo el resto de unidades perceptivas están listas para recibir mis frecuencias, y a veces son pasadas por alto
El resto del tiempo vivo alegremente lo cual me produce miedo, miedo de mi inconciencia, de que lo que me importa se vea opacado por esta  manera tan liviana de llevar todo, miedo de que el tiempo se me escurra entre tanto ver pasar la vida con una sonrisa, lo cual significaría que tomo mi propio tiempo y quizás sea eso demasiado egoísta.

miércoles, 20 de abril de 2011

La_cerveza_baja


Por Bruno Ferrari.


Noche de viernes en Santa Fe. Nada para hacer. Estaba sentado frente a mi computadora y no la estaba usando. Solamente disfrutaba estar sentado. La silla es muy cómoda. En ese momento pensé: ¿Quién me va a querer mover de acá? Y si lo hacen: ¿Yo voy a estar de acuerdo? Suena el teléfono.  Es un amigo al cual no veo hace mucho. Me dice si quiero ir a tomar unas cervezas con él. Lo logró: me sacó de mi letargo. Casi lo aplaudo.
Nos encontramos en la puerta del bar La Toma. El lugar está repleto. Vamos a la barra a comprar una cerveza de litro, y al destaparla, una mesa se desocupa. Qué suerte la nuestra, pensé. Así que nos sentamos a comenzar el ritual de la actualización de nuestras vidas. Pasaron varios meses de la última vez que lo vi, fue uno de los motivos por el cual decidí salir de mi estado momificado. Mi amigo decidió irse a Misiones, con la idea de ir una temporada a juntar plata. Al menos eso me dijo antes de que se vaya.
La cerveza baja, y muy rápido. No sé si será que tenemos sed o ganas de emborracharnos. Pero la cerveza baja. Y ahí estoy yo, sentado al lado de mi amigo, que me cuenta de su vida en Misiones, de lo bien que le hizo respirar otro tipo de aire ajeno al de la ciudad. Que no fue a las cataratas ni a Posadas. Que fue a un lugar llamado Corpus, cerca de San Ignacio y de Paraguay. Entre Argentina y nuestro país vecino, sólo me separaba el río Paraná, me dice, y agrega que cruzó el límite y visitó Paraguay varias veces. Sólo para conseguir buen porro, porque Paraguay es una mierda, me aclara. Yo no conozco Paraguay, así que no le dije si estaba equivocado o no, sólo asentí, como hice la mayor parte del tiempo en el bar. Luego dijo que estuvo viviendo en lo de un hombre de unos cuarenta años, que le daba trabajo como su ayudante en el campo de un hombre millonario, cerca de Corpus, por lo cual tenía que levantarse temprano como nunca en su vida. Tipo 5 de la mañana venía el tipo con una lámpara y te agitaba como una maraca, y cagándome los buenos sueños que estaba teniendo, me dice medio entre risas. Que la vida en el campo es dura, laboriosa. Una bosta, concluye. Yo le dije que es normal que sienta eso, ya que es el contraste histórico entre ciudad y pueblo. Aunque él ya lo sabía, yo lo dije solamente para decir algo. Estaba empezando a sentir que mi presencia en La Toma era de disfrazarme de psicólogo y no de amigo.
Luego, siguió contándome que dejó de trabar allí (no me quiso decir el nombre del lugar ni del dueño del campo) porque el viejo dueño de la casa donde estaba parando una noche cayó antes de lo previsto, tipo 4 de la mañana, y en vez de querer levantarlo a los sacudones, se acostó junto a él. Ahí comprendió, según me dijo, que su vida en el campo había terminado.
Había llegado mi momento para hablar, pero yo no tenía mucho para decir. No está de más decir que ya íbamos por la cuarta cerveza, o quinta, ya no recuerdo. Pero las ganas de hablar no me acompañaban esta noche, y ya sabía por qué, solo que después de tanto tiempo, lo había olvidado y ahora volvía. Mi amigo me sacó información a la fuerza, porque yo no tenía ganas de decir nada. A cada pregunta suya, yo respondía con monosílabos o solo asentía. En ese momento, mi amigo se habrá sentido que hablaba con una pared. Pero yo no tenía la culpa. O al menos eso creía. Porque toda la noche se me estaba yendo de las manos. Y la cerveza seguía bajando.
Mi amigo me preguntó por su ex. No supe qué decirle. Quedé petrificado. Una sensación horrible sentí en el estómago. Aunque no había nada de malo en contarle que la veía muy seguido por entonces, que nos juntábamos a tomar mate, en coincidir en lugares de la noche santafesina, la cual se estaba volviendo muy repetitiva, ya que los bares, inclusive en el que estábamos sentados, empezaban a perder su atractivo a tal punto de querer no salir más a bares por la noche en la ciudad. Esto último que había dicho se ve que no le importó, ya que me preguntó a qué me refería con que me veía seguido con su ex. No supe qué responderle. Noté que no había más cerveza (quinta o sexta de la noche), así que me paré y fui a la barra comprar otra. Me dieron una cerveza congelada, por lo cual le pedí que me la cambiaran por otra. En todo ese tiempo sentí unos ojos penetrando por mi nuca, siguiendo mis movimientos desde que me levanté hasta que volví a sentar. Eran, por supuesto, los ojos de mi amigo.
Volví a la mesa, destapé la cerveza, y me senté. Mi amigo volvió a preguntarme que a qué me refería con que la estaba viendo seguido a su ex. Nada, solo eso, verla seguido es verla seguido, nada más, me defendí. Mi amigo me miraba con cara de sospecha. De repente, entra al bar un grupo de chicas. Una se acerca a saludar a la mesa. Era la ex de mi amigo. Besos en las mejillas de ambos. Un qué tal ameno para mi amigo, uno cálido para mí. Una pregunta de dónde anduvo todo este tiempo a mi amigo, mientras la mano de ellas estaba apoyada en mi hombro. Hablaron cinco minutos. Ella se despidió diciendo que volvía con sus amigas. Mi amigo agarró la cerveza y sirvió su vaso y luego el mío. Mi vaso lo sirvió deplorable. Pura espuma. Comprendí entonces, que nuestra amistad había cambiado. Hasta llegué a sentir que había terminado. Nadie decía nada. Nadie se movía. Eramos dos momias, o, como estaba hoy en mi casa antes que me llamara. Comencé a pensar para qué le dije de ir a La Toma. Pasó por mi cuerpo el sentimiento de arrepentimiento. Y mi única compañía era mi vaso de espuma de cerveza. Volver de una situación así no era lo mío. Así que me dediqué a beber. Y mi amigo también. Y sin decirnos una palabra.
Creo que íbamos por la décima, y ya no podía mantener la compostura, cuando mi amigo, también en un estado etílico considerable, empezó a insultarme, a decirme cosas como traidor, vendepatria, sin códigos, creído, un gil, un comevergas, un puto, un pelotudo. En fin, lo que se oye hoy en día y se le dice insulto, provenían de su laringe. Y yo sólo atinaba a escuchar. A escuchar y tratar de entender, y a seguir con mi postura monisilábica y de asentimiento. O ese perfil trataba de mantener. O ya ni sabía qué quería hacer o no quería hacer. Llega un punto al que a uno le da vueltas el mundo, la realidad, la amistad, la sensatez, el recato, el creerse un caballero, y se termina perdiendo todo, haciendo algo que zanje la cuestión.
Al terminar mi amigo (o ex amigo) de insultarme, o creo que fue al terminar de insultarme, ya ni me acuerdo, yo me paré de manera muy atenta, para no irme de boca al piso, y empecé a caminar, dejándolo a mi amigo solo, y me dirigí hacia el grupo de chicas, agarré a una, y comencé a besarla apasionadamente. Al cabo de 15 minutos eternos y disfrutables para ese estado. Me di vuelta para mirar la mesa donde estaba yo sentado, en busca de mi amigo. Pero él ya no se encontraba ahí. Se había marchado del bar. La ex de mi amigo me preguntó por qué hice lo que hice enfrente de él. No sé, solo tenía ganas de hacerlo, le dije. Me dijo que estaba borracho y me recomendó que vaya a mi casa, que no era lejos, y que ella me iba a acompañar. Accedí a regañadientes, ya que sentía que podía llegar solo, pero la verdad era que en la esquina me tiraba a dormir.
El camino de vuelta a casa fue complicado, o lo complicado para ella habrá sido cargarme. Eran 4 cuadras, y soportarme en ese estado, la verdad, era para hacerle un monumento. Cuando llegamos, ella abrió, me acostó en mi cama, dejó un balde al lado mío y se fue. Una voz lejana me dijo que al otro día llamara a mi amigo para pedirle disculpas. Lo hice. Al otro día me levanté a las 6 de la tarde. Y estaba todo el mundo al revés. Todo menos el balde, lleno hasta la mitad. Ver eso me hizo lanzar de nuevo, y de levantarme a vivir el día, o a intentar hacerlo. Lo primero (lo segundo, si se cuenta las repetidas cepilladas de dientes) que hice fue llamar a mi amigo a la casa, para disculparme por mi actitud inmadura ayer en el bar. Me atendió la madre. Me dijo que hacía 1 hora que mi amigo se había ido a la terminal a sacar un pasaje para irse a Formosa, que él le había contado que durante su estancia en Corpus, conoció a un chico que lo trató bien y le dio albergue unos días. Así que iba a parar en la casa de él. Le pregunté si sabía cuándo volvía. Sólo sacó pasaje de ida, sentenció la madre. Y que el colectivo salía en media hora. Le agradecí y me apresuré para llegar a la terminal a tiempo. Corrí y corrí. No sé cómo pero corrí. Las10 cuadras más largas de mi vida.
Al llegar, el colectivo de mi amigo había salido hace 15 minutos. Lamenté no haber llegado a tiempo. Y me prometí que cuando vuelva a verlo (si es que lo volvía a ver) le explicaría todo, cervezas de por medio.