Por Gelatina Mexicana.
Recuerdo de nuevo este sabor a realidad cruda, su sangre disolviéndose en mi lengua, su consistencia de fibras y células frescas, su olor a vida muerta. Desaparecen todos los colores y sabores que había armado en mi mente para disfrazar ese sabor, para sentir que comía algún dulce sabroso y poder disfrutar un poco la obligada merienda diaria. Odio tener el verdadero sabor en la boca, odio que ese sabor sea el verdadero, y detesto tener que hacer tantos trucos para poder disfrazarlo, además aborrezco recordar todo lo anterior cuando se cuela de golpe a mi mente, en una breve distracción mía en que los sentidos hambrientos siguen su verdadero instinto de sentir. Y otra vez caigo por el tobogán en forma de espiral hacia el submundo, el único lugar que existe plenamente y carece de la fantasía cotidiana. Voces que se alcanzan a oír desde lejos, gritan recordándome aquello de lo que he huido y recordándome con frialdad que este submundo es absolutamente silencioso. He pensado alguna vez que me gustaría poder traerte a ratos conmigo, pero sería cruel compartirte este lugar que nada tiene de positivo y cuyas cualidades no son ni atractivas ni benéficas, este lugar en el que nunca nadie cuerdo desearía estar, al que no puedo evitar volver constantemente, mi lugar. Nadie que sea incapaz de ver podrá llegar, y nadie que sea capaz de ver, como tú, querrá caer hasta aquí, es comprensible, la realidad no podría sorprenderme con un truco parecido a los que tengo que ingeniarme para subir la escalera del tobogán cada vez que me resbalo, sería tan improbable como la misma existencia de aquél tobogán. A veces me veo desde arriba y me compadezco de mí como lo haría por un ratón atrapado en un laberinto. Regreso a otro recuerdo reciente que todavía vibra en destellos detrás de mis ojos, es la misma desagradable sensación que provocan los momentos que no se detienen para poder pensarlos. Es tan necesario y sería tan placentero quedarse revolviendo las ideas en el aire sin avanzar hacia ningún lado, pero el tiempo corre y tienes prisa, el pensamiento práctico te ordena que me ordenes dejar de amasar y meter la masa al horno o nunca tendremos listo el pan, en el horno se cumplen los minutos y se calcinan los bichitos de la levadura. Todavía me refugio en esas escenas que un día imaginé. Cuando nada coincide con ninguna posible explicación no queda más que imaginar o volver al recuerdo de lo imaginado. Me abrazas para traerme de regreso. Creo que al final de la vida cuenta lo mismo aquello que se imaginó con la fuerza suficiente y la frecuencia necesaria, que lo vivido superficialmente. Después me da risa, esa risa que te aterra, una risa eufórica que se burla de cada palabra dicha, que sirve de consuelo al camuflaje forzado de todo lo expuesto, y sirve de llanto al entierro del submundo que muere por centésima vez para reencarnar más adelante en el tiempo. Veo tus ojos y hago una mirada que no conozco, te doy a entender algo que no imagino, respondes esperanzado- te prometo que dejaré de fumar antes de que acabe el año- hay una pequeña pausa y luego yo sonrío honestamente, con un gesto habitual que te tranquiliza.
1 comentario:
asi se dice lo que pasa!. que pasa? que pasa? que pasa?
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