Pedro era chiquito, tenía 9 años y Juan, su vecino que era como su hermano, tenía 10. Ese día el plan era ir al cementerio cerca de la ruta, sin que se enterara su madre. Buscaron las bicis y cuando estaban saliendo, lo llamó, le dijo que tomara su pastilla antes de irse.Juan sabía de sus ataques de epilepsia, pero Pedro igualmente sentía vergüenza. Llevó la mano a la boca, lo miró y guardó la pastilla en el pantalón.—¿A dónde van? —interrumpió la mamá, mirando la televisión. —Al club —le mintió.En la tele el periodista del pueblo hablaba con una señora que buscaba desesperada a su hija, hacía cuatro días que no aparecía y se estaba organizando una búsqueda masiva.Salieron en la bici y camino a la ruta pasaron por el frente de la casa de la chica, el aire sofocaba, parecía un pueblo fantasma.Pedro dejó de pedalear, levantó la cabeza y el cielo se puso blanco. Buscó a Juan con la mirada, lo vio difuminado. Fue una centésima de segundo, pero por dentro iba todo lento. No podía controlar su cuerpo y sintió como si le tiraran un baldazo de agua. Se vio entre algas y ramas sumergido en un zanjón. Desde el agua veía cómo Juan miraba su cuerpo convulsionando, miró sus manos, sintió tranquilidad, pero no dejaba de hundirse. El zanjón se hacía cada vez más grande. Dio una brazada y más que nadar, flotaba entre las raíces en el agua. En lo profundo vio que algo brillaba, fue a buscarlo y a medida que se acercaba, las algas se ponían más densas. Movió unas ramas y vio a la chica boca arriba atrapada entre los troncos. Trató de moverla, pero tenía una soga atada a la cintura.Entre los ruidos del agua oyó una camioneta que se acercaba por la ruta y estacionó muy cerca del zanjón. Lo veía lejano, desenfocado. La sombra de una persona abrió la tolva y dió vueltas a un bulto. De un solo movimiento lo tiró al agua.Sintió escalofríos, quería salir de ahí y miró a la chica entre las ramas. Pálida abrió los ojos y separando por sílabas exigió: —Bus-ca-lo.Pedro nadó con todas sus fuerzas y una corriente de agua con ramas lo chocó.Abrió los ojos y estaba sentado al lado de su bici. Juan lo ventilaba con su remera, la mamá de la chica desaparecida le ofreció agua y dijo que había pedido a su vecino que los llevara a su casa.El vecino abrió el garaje y encendió la camioneta. El sonido del motor tensó su piel.
Por Chaco

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