No sabemos como llegaste aquí, ni lo que estas buscando, pero esto es con lo que te vas a encontrar

martes, 29 de marzo de 2011

Miradas que matan.

Está con un grupo de mejores amigos y son los mejores enfiestados de la noche, esa felicidad que encuentra límites en los otros. Se desplaza obsesionado continuamente con algo ajeno como una mujer, le apunta hasta toparse repentinamente con su dueño, una de esas personas que han transitado los caminos más ásperos y no solo sobrevivieron sino que se transformaron en una institución de la guapeza, lo injusto, la golpiza y lo malo. Solo con la mirada lo decapita y le apaga la sonrisa como un cigarro en el suelo. Reacciona y rápidamente huye agradecido al local y a todas las personas que lo rodean y dejan tapado el mal trago al caminar. La fiesta continúa en el auto, el alcohol lo altera demasiado al volante, ya sus amigos están fuera de control y a la altura de la plaza deciden pegarle con el matafuegos al espejo retrovisor de un auto a dos cuadras de su casa en la cual estaciona a las puteadas los hecha y va a recuperar el artefacto. En la esquina de la escena analiza todo, se coloca al revés la campera, se saca las zapatillas para que no lo reconozca ningún vecino y corre por el cilindro rojo que seguramente su padre necesitará mañana cuando lleve a su mujer al mercado e inesperadamente el vehiculo entre en llamas al intentar cargar su celular nuevo con la entrada para tarjetas del equipo de música. Lo agarra con una mano, apoya la otra en el suelo para afirmarse y salir corriendo en sentido inverso, hacia la esquina, hacia su casa, hacia la cama sin cepillar los dientes. Pero a los dos metros cuando recién comenzaba a agarrar impulso un disparo le atraviesa los tímpanos y se queda helado. Gira la cabeza y le están apuntando al grito de "Tirate al suelo. Dale!". Se tira, uno lo patea, otro lo mete al baúl. Aceleran, robota adentro como un dado de cristal rajándose en todas las puntas (Codo, rodilla, pie, tobillo, nudillos, oreja, vértebras, frente, etc.). No lo puede creer, se asusta mas al intentar creer lo que está pasando, tiene que hacer algo, patea, hace fuerza, se desgarra la espalda y abre el baúl. El conductor lo ve por el espejo del parabrisas y acelera hacia un camino de tierra en el que acelera mas para que no salte del auto, el matafuegos se cae mientras intenta agarrarse de algo, se le hace imposible y sigue rebotando violentamente mientras el cielo toma su último trago de color en este gran día. El copiloto le dice a su compañero que se prepare que acá nomás y saca la pistola todavía caliente, se escucha un “Agarrate” y el auto frena de golpe, derrapan muchos metros, casi se escapa un tiro, putean mientras el transportado con lo que le resta de conciencia sale corriendo por un lugar errado, atraviesa desesperadamente una cuneta llena de agua y barro con los pies, las manos las rodillas, todo junto. Siente que se aleja cuando dos disparos le atraviesan el pecho por atrás y uno le pega en la cadera desenganchándole la pierna derecha. El conductor se ríe, lo reconoce por la camisa, se acerca, le saca la billetera y sorprendido una vez mas por la vida se dirige a un negocio que vio abierto en el camino. Compra los dos retrovisores nuevos con luces de giro incluidas y le coloca alarma y cierra centralizado al auto. Le sobra para tomar un café con su amigo antes de ir a trabajar.
Su padre nunca encontró el matafuegos, ese día no fueron al mercado con su mujer, se separaron a los pocos meses, ella se quedó con el celular, vendieron el auto. Un croto se llevó las zapatillas y sus amigos, su última sonrisa y una linda anécdota.

Por Juan Carlos Carroña.

miércoles, 23 de marzo de 2011

...

Dijeron que soñar no estaba mal...
Y yo imaginé un poema apretado entre los puntos que se abandonan detrás de una frase
Un desafío al final del día
Una contienda donde el poeta pierde las letras y te encuentra codiciando las burbujas que se amontonan como pixeles para quitarle su forma
Veintitres cromosomas se asoman y no son suficientes
Ni con 46 mil puntos podría teñir una idea así...
Tres tristes tigres comen tu cabeza en un ritual ajeno
Y acefálico agradeces al final
Como un sapo que cae al hormiguero y estira la trompa
esperando que las obreras lo mastiquen hasta brotar un príncipe que rompa con la tierra de la sospecha.

 Juan Carlos Carroña...