Sin más, comenzamos a dibujar una pared con los ojos; los hombros, los brazos, las manos, los dedos y finalmente… El lápiz.
Concentrados en desgastar el revoque con grafito HB, rascamos con uñas negras el muro maquillado en látex hasta que las formas se hicieron lugar entre cuadros
Entumecidos cerebros disfrutaban y sufrían con cada trazo, pliegue y grieta de la superficie a la que salíamos a respirar bocanadas de carbón tan puro como la inspiración que traicionamos al derrumbarnos con el lápiz que ahora rueda por el suelo mientras los besos no tienen lenguas ni labios, sino mas bien babas y peras… y hombro y pelos y dientes y manos y uñas, tenciones de breteles y senos, botones, pulmones, colchones cuadros roperos espaldas tatuajes colores olores y más baba que ahora dibujamos sin los ojos porque ya no existe ninguna pared, solo la mirada firme y efímera del grafito que se nos desmorona encima y se nos une.