No sabemos como llegaste aquí, ni lo que estas buscando, pero esto es con lo que te vas a encontrar

martes, 20 de agosto de 2024

 


"Para seducir a la presa nunca hay que atacarla abiertamente, hay que hacerle creer que ella es el cazador; hay que pescar siendo el cebo pero convenciendo al pez de que él es el pescador y la caña".


Cada vez que me dan estos consejos de piscicultura  y cinegética, me deprimo extremadamente. Pienso en ninfas y faunos o en leones y gacelas y me dan ganas de tirar el deseo por la cañería. ¿desplegar estrategias? ¿poner cebos? ¿fingir la caída de los ojos y el sonrojo? ¿no ser arrolladora sino arrulladora? ¿y si a mi también me gusta sentirme conquistadora? Yo creía que las cosas, no las llamemos amor, surgían, así, mágicamente, en un momento en que el universo se desaliñaba lujosamente la cabellera y se alineaban en conjunción misteriosa las estrellas. Pensé que el deseo nacía de la coincidencia, y que al que deseaba no le quedaba otra urgencia que perseguir. Y al parecer no es así, en realidad, nada prosigue sin trampas ni entradas encubiertas. Heme aquí, cero tramposa, desamparada y sin parapeto ante unos ojos. Superar todo ese trastorno inicial del acoso y derribo sutil, ese baile de la garza que es todo, no lo llamemos amor, que comienza, se me hace mas difícil que escalar el Annapurna.


Soy impaciente de los ritos porque sé lo que vale un minuto en compañía, aunque también se que por mucho que me apriete el corazón, no sé provocar en otro el deseo de desearme más que retándolo a un duelo consigo mismo. Ese si es mi territorio amatorio: la justa lid, el frente a frente sin padrinos y con el corazón como pistola. Y quizás por eso fracaso?, a pocos les gusta arriesgarse a campo abierto y sin arbustos donde esconderse. Y quizás por eso un aniversario de algunos años completos o de muchos números me parece inalcanzable,


a mi... que el único aniversario que puedo celebrar es que hace un año me abandono,  al atardecer, y quede ahí parada, mirando los arboles desvanecerse. 

domingo, 18 de agosto de 2024

El Adversario


El adversario, el contrincante, la contra, el enemigo. 

Es el tipo al otro lado del espejo.  

La culpa, la resignación, el odio, el amor.  

Es todo lo que le gane y me pertenece.    


Arrugas, ojeras, cansancio de un cuerpo estropeado.  

Es algo que compartimos y detestamos.  

Risas, triunfos, perdón, orgullo.  

Es algo que ambos deseamos pero que esta a mi cargo.    


¿Y quien lo puede culpar por no intentarlo?  

Este mundo es peor de este lado y pocas veces salimos ganando.  

El sólo debe mantenerse aferrado a cuatro marcos  

Y rezar porque ningún accidente lo destruya antes.    


Negar, negarse, negarlos, negarme.  

Es el ejercicio mental por excelencia.  

Verlo verme inmutable, reflectivo, condescendiente.  

Es todo lo que puede hacer desde su mundo repetitivo.    


El adversario, el idiota, la imagen, el reflejo.  

Es el tipo que marca mis horas en el reloj de la vida.  

Los gestos, los ojos, los dientes con espuma.  

Es en realidad lo que cuenta para el de mí.    


¿Y cuanto tiempo más puedo soportarlo?  

Veinte años haciendo alarde de la repetición.  

Veinte años mostrando mi cuerpo desasiéndose en trivialidades.  

Veinte años, mil años, siguiendo mis pasos, la novia perfecta de la luz crepuscular.    


El es el reflejo de todos mis días,  

yo soy el reflejo de la humanidad,  

y el mundo es el reflejo de un Dios que hace tiempo no se ve.  

Reflejos de reflejos repitiéndose hasta el fin de los tiempos.    


Mis lagrimas ruedan en el y es más crudo que sentirlas en mi.  

Mis ojos buscan un brillo que ni el ni yo sabemos quien nos robo.  

Mis manos golpean sus manos, mi boca grita en ambos lados.  

Su mundo tiembla y el mío se mantiene sobre la estupidez de miles de años de  

seguridad falsa.    


El adversario, el compañero, el eterno reloj, el amante de la sombra.  

Es todo lo que puedo soportar de mí.  

Ventanas, pasajes, puertas, marcos, rejas.  

Es lo que nos mantiene amarrados en ambos mundos.    


Y la incomunicación total,  

el silencio devorado por los gritos mudos,  

y el miedo en ojos que chocan sin sangrar.  

Es en lo que se desviven nuestras noches.  


Por Valiente.