Al papel en blanco le dedico estas líneas..
Así como todo movimiento implica un esfuerzo que es difícil
de frenar, las marcas de mi trazo aparecen solas porque aquí me encuentro dibujando mi noche oscura sobre el vacío y desafío de cada hoja.
Qué puedo decirte que no hayas escuchado.
Cómo introducir la punta de mis dedos suavemente bajo
el hueso plano de tu cráneo para acariciarte con la delicadeza que exige tu
cerebro?
Hojas cuadradas, blancas y márgenes se amontonan bajo
una tapa dura y marrón donde sólo se puede escribir algo tan rústico como un
título, que va y viene sobre el mismo pliegue, sosteniendo toda la colección.
No es casualidad
que se organice un libro a través de esta bisagra móvil, donde la luz y las
sombras juegan alrededor de las palabras como la luna y el sol lo hacen
excluyéndose mutuamente en cada día y cada noche.
Hoy llueve y se salpica todo lo que ayer se estaba
descascarando por la sequía del 2018.
Me sirvo un whisky y me siento más importante.
Lo acompaño con miel y unos bizcochitos de la Balear
que quedaron de la tarde. Quién va a venir a decirme que eso está mal con esta
tormenta todo se licúa en una sopa fría y con olor a moho.
La ciudad mira hacia arriba y cierra los ojos. Las
gotas se escurren por sus cornisas dejando las arrugas del muro en su camino.
Los que podemos cerramos las ventanas y creemos que la
lluvia se redujo al sonido que nos llega dentro el cuarto.
Nos acostamos en lo oscuro, y agradecemos nuestra
propia compañía mientras comenzamos a escuchar la voz del sueño.
J.C.C.